Federico Cantú 1907-1989
Maestro Fundador del Salón de la Plástica Mexicana y maestro de muralismo en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, nació en Cadereyta, Nuevo León.
Desde temprana edad su vocación estuvo orientada al arte. Creció en un ambiente permeado por la cultura, propiciado por sus padres, el doctor Adolfo Cantú y la poetisa Luisa Garza “Loreley”.
En 1915, con el vaivén generado por el movimiento revolucionario que se vivía en el norte del país, “Loreley” decidió radicar, junto con sus hijos Federico y Diana, en San Antonio, Texas.
Cuando el pequeño Federico ingresó a la escuela pública en San Antonio, tuvo una oportunidad única para aprender otro idioma y con ello, pronto pudo abrirse paso entre sus compañeros, al grado de que logró colocarse como el preferido de su maestra, quien descubriría en el joven migrante una viva intuición estética y narrativa.
De muy chamaco me enamoré profundamente de mi maestra, ella descubrió en mí la inclinación por el arte mural; me llevaba de salón en salón para contar la historia del arrobo de las tierras americanas de los peregrinos de Mayflower, también los temas del Nacimiento y Navidad.
Comentario de Federico Cantú
La Escuela al Aire Libre 1922-1924
Federico Cantú comentaba: Fue la hermana de Lucio Blanco quien habló con su mamá y le sugirió que si nos mudábamos a México, yo podría ingresar a la Escuela al Aire Libre de Coyoacán.
Dicha Escuela fue un proyecto de cátedra tomado como idea de la Escuela de Barbison en Francia, muy socorrida por el movimiento impresionista.
El criterio y la orientación eran francamente impresionistas. Del culto que rendíamos a Monet, Pizarro, Sisley, Seurat, Van Gogh y por supuesto, Cezanne.
Cuando pinté el retrato de Juanita (Juanita Cadena), recibí muchos elogios del maestro Ramos Martínez. Él comparaba el cuadro con una obra de Gauguin. Eso me causó una cierta contrariedad, porque yo, como dicen los niños, pensaba: De grande quiero ser “El Tintoreto”
Francia 1924-1934
Cantú en la Escuela de París
Cuando cumplí 14 años, sentí el ansia de París. Los libros de mi madre y las novelas románticas con teatro en la “Ciudad Luz” me alucinaron, me sedujeron al grado de convertir en obsesión lo que surgió en un momento de embriaguez espiritual.
En una pequeña calle de nombre Rue Delambre, detrás de la Rue Huygens, donde Eric Satie había ganado con sus históricos conciertos su lugar en la música. Ahí, a tan solo unos pasos había un inmueble llamado Hotel des Écoles, donde se rentaban pequeños cuartos (espacios de 15 metros cuadrados), transformados en atelieres que por lo general estaban ocupados por períodos largos, de seis meses a un año.
Ahí se instalaron Man Ray, Kiki de Montparnasse, Breton, Miró, Trsitan Tzara, Kusaguru Foujita, Federico Cantú. Ginés Parra y Joaquín Peinado. Por las tardes, todos se reunían en Le Dome o la Rotonda, más tarde en Le Dingo, la Closerie de Lilas y después, en 1928, en la Cupole.
Así que uno podía toparse con Picasso, Zadkine, Dalí o el grupo de Breton, Paul Eluard, Trsitan Tzara, Louis Aragon, Paul Valery, José María de Creeft.
Ahí fue donde Federico Cantú conoció a Antonin Artaud. A pesar de que los dos habían asistido a la primera exposición surrealista, fue en las tardes de café donde fundieron su amistad.
Todo un grupo de intelectuales que por las noches vivía a plenitud la bohemia de París. Tradición que sería recuperada por Cantú una década después en el café de París, en el centro de la Ciudad de México, junto con sus amigos, también bohemios de París: Renato Leduc, Luis Cardoza y Aragón, Alfonso Reyes y Moreno Villa, grupo al que se sumaron María Izquierdo, Ortiz Monasterio, Diego Rivera, uno que otro torero o cineasta y, por supuesto, Antonin Artaud, quien a su paso por nuestro país expresó: “Me temo mucho que hay un movimiento anti indígena en México”.
Como un breve respiro, luego de su larga estancia en París, iniciada en 1924, Federico Cantú decidió en la primera de 1928, venir de visita a México. Sin saberlo y con la idea de hacerse de dinero, esta breve estancia cambió momentáneamente sus planes de acción.
Fue en ese momento que conoció a la pintora Luz Fabila, a quien pidió en matrimonio; poco después, la joven pareja se instaló en Los Ángeles, California.
Pronto surgieron elogiosos comentarios que acompañaron sus exposiciones en Estados Unidos, encumbradas por obras maestras del joven artista. En su primer gran retrospectiva se exhibieron esculturas, pinturas y grabados, que incluyeron piezas como las titulaas “Homenaje a Lord Byron”, “Los novios” y, “Descanso en la huida a Egipto”.
Arthur Miller, José Vasconcelos, Luis Cardoza y Aragón y Edward Doro, entre otros personajes, narraban los triunfos del joven artista.
El renacimiento del arte y la culminación de la Escuela Mexicana
A su regreso a México en 1934, Federico Cantú inició un ciclo de exposiciones enmarcadas en el tema de París. Pintó su segunda obra mural junto con Roberto Montenegro en el Bar Papillon, con el tema de “La vida y muerte del Arlequín”.
Surgió la Galería de Arte Mexicano (GAM), en la que expuso al lado de los grandes maestros de la Escuela Mexicana de Pintura: Diego Rivera, Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Frida Kahlo, Luis Ortiz Monasterio, Jesús Guerrero Galván, Carlos Orozco Romero, Carlos Mérida, Manuel Rodríguez Lozano y Juan Soriano, entre otros.
Pronto toda esa vanguardia de artistas se hizo presente en los principales museos del mundo, con exposiciones organizadas por la GAM. De ahí nació en Federico Cantú la idea de instalar su Atelier en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, acompañado por su esposa, la pintora Gloria Calero.
Para 1937, a los 30 años de edad, Federico Cantú ya era un artista consagrado que exhibía su obra, tanto en el Museo de Arte Moderno (MoMA) como en el Museo Metropolitano (Met) de Nueva York.
Nueva York 1938-1941
Cantú en la Escuela de Nueva York
En 1938 Cantú se instaló en Nueva York, donde se incorporó a ese grupo de grandes maestros que migraron de Montparnasse durante la Segunda Guerra Mundia. Para Federico fue una época afortunada, a lo largo de la cual expuso su obra de caballete en los principales museos de Estados Unidos.
En ese mismo año, fue visitado en su Atelier de Greenwich Village por el doctor MacKinley Helm, gran coleccionista y extraordinario promotor del arte mexicano.
Cantú monumental
1942. De vuelta en México, Federico Cantú dio inicio a monumental tarea muralista paralelamente a la realización de sus grabados al buril, así como su incansable pasión por la escultura y la pintura de caballete.
1943. Fue invitado a San Miguel de Allende para impartir un seminario de pintura mural, lo que detonó la idea de pintar una serie de temas en la parroquia de esa ciudad guanajuatense.
1946. Pintó los frescos del ex convento de San Diego, Pinacoteca Virreinal.
1951-1953. Realizó los murales de las residencias de Benito Coquet, Tomás R. Iglesias y Alfonso Noriega.
1954. Elaboró el fresco con el tema “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” en el Museo Regional de Morelia.
1958. Federico Cantú concluyó una poderosa obra monumental en el Seminario de Misiones-UNIC
1959. El artista regresó a la Pinacoteca Virreinal para pintar una obra con el tema “Informantes de Sahagún”
1960. Ejecuta para el IMSS la escultura “La maternidad-Xilonen Xochipilli y Quetzalcóatl (emblema de esa institución de salud)
1961-1962. A lo largo de estos dos años trabajó en la obra mural “Las enseñanzas de Quetzalcóatl”, en el Centro Médico Nacional.
Sin duda la obra Monumental de Cantú se encuentra equidistante a sus contemporáneos. Es bien una transcripción fiel del conocimiento bíblico, histórico y mitológico vivida por el artista a lo largo de su vida.
Federico recuerda a la Madona del IMSS
Es la madre con el niño en los brazos representando al pueblo de México y la nación los protege
1961-1962. Crea “Los altares” en la carretera a Linares Km. 36 (ahora destruida)
1962. Creó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Nuevo León, una obra sobre Nezahualcóyotl, el sabio texcocano.
1964. Representó, en un relieve sobre piedra de 500 metros cuadrados, La Tira de la peregrinación Azteca desde Chicomostoc, con base en lo expresado en el Códice Ramírez.
1964. En la Unidad Médica de León, Guanajuato, plasmó las “Enseñanzas del Cura Hidalgo”, en donde retomó la serie de acontecimientos que marcaron la vida y obra del Padre de la Patria e incluyó las figuras de Adán y Eva como labriegos.
1968. En “Orígenes mexicanos de la informática” aludió a las culturas olmeca, mixteca y zapoteca, en relación con la astronomía y los cálculos matemáticos.
1970-1980. Realizó diferentes frescos integrados a sus casas, con temas como Ceres y la Diana Cazadora, Quetzalcóatl , Flora y el manto de Santa Verónica, así como relieves de la flora y fauna.
1972. A partir de los temas del Calendario Azteca y la Fundación de Tenochtitlan, creó la obra “Telpochcalli, caballeros aztecas”, en la Secretaria de Hacienda.
1974-1975. Con base en el tema del Zodiáco y por encargo de la Lotería Nacional, pintó “Fortuna”.
1976. Realizó el monumento dedicado a Porfirio Barba Jacob como poeta laureado.
1980. En el jardín de la casa presidencial, ejecutó un monumento con el tema “Zapata. Tierra y libertad”.
1986. Recibió de manos del presidente Miguel de la Madrid, un reconocimiento enmarcado, con motivo de su segunda magna exposición en el Palacio de Bellas Artes.
1989. A su muerte, en enero de ese año, el maestro Cantú dejó una serie de proyectos murales que ya no tuvo tiempo de ejecutar, entre los que figuran: “La raza cósmica”, “El libro de la Revolución”; a lo que se suman dibujos, grabados, lienzos, esculturas, apuntes y miles de recuerdos. Toda una iconografía narrativa plasmada en su obra, toda ella entretejida a manera de laberinto.
Su vida como pintor y escultor, su vida entera, ha sido honesta y ejemplar. Ha realizado tanto como ha querido.
Luis Cardoza y Aragón
Es como un océano inmenso al que todos los ríos del Universo no podrán calmar con la sed ni turbar la serenidad. Comentario de Romain Rolland a propósito de Händel
Luis Ortiz Monasterio 1906-1990
Escultor fecundo de formatos monumentales y de caballete, Monasterio deja un legado artístico que engrandece nuestro pasado siglo XX.
A 25 años de su fallecimiento , nos toca recordar su legado escultórico en este 2015,
Monasterio fue maestro fundador de la Esmeralda , Del Salón de la Plástica Mexicana , de la Academia de Artes , de donde fue miembro activo. Pero también fue amigo y contemporáneo de Federico Canessi , Federico Cantú , German Cueto, Oliverio Martínez , Francisco Zúñiga , Rufino Tamayo, Carlos Mérida , Luz Fabila , Gloria Calero ,Diego Rivera , Frida Kahlo , Guerrero Galván , Tamishi Kitagawa , Pablo O'Higgins Antonio Ruiz El Corcito, José L Ruiz , Jean Charlot, por solo nombrar algunos de los grandes de la época….…..
Ortiz , Monasterio surgió de la Academia y trabajo incansablemente como maestro de la talla directa.
También como gran maestro , tendría la fortuna de incluir su obra en todas esas memorables exposiciones internacionales que engrandecerían la Escuela Mexicana de Pintura y Escultura.
En los años 50 ya instalado en su atelier en San Jerónimo en la calle que algún dia llevara su nombre , inicia la transición a la escultura abstracta y geométrica , de ahí las primeras estelas en piedra , chatarra y bronce , concreto y madera.
Su obra Monumental es toda una composición arquitectónica y escultórica , recordemos la Fuente de Nezahualcóyotl en Chapultepec, o el monumento a la Madre y los relieves de la Escuela Nacional de Maestros y del Centro Cultural del Bosque , la escultura de Las columnas del Centro Medico siglo XXI , la Plaza Cívica de la Unidad Independencia, los Relieves Aztecas en Oaxtepec.
Con el titulo de Modernidad y Vanguardia
El Salón de la Plástica tiene el honor de rendir un tributo a Luis Ortiz Monasterio en este Salón de Escultura 2015. montando una sala como recuerdo al legado escultórico de este gran maestro.
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